Durante casi dos horas de camino, Rocco se mantiene en silencio, le ha dejado su teléfono a Salvatore y quisiera pedírselo y revisar si tiene mensajes de Caterina, pero tiene claro que debe concentrarse, no es momento de dudar, aunque en los últimos días eso parece haberse convertido en una habitud que empieza a detestar.
La reunión de la Ndrangheta se celebra en una antigua casa de piedra, escondida entre los pinos y encinas del Aspromonte. El calor no ha cedido del todo, aunque las cigarras ya comienzan a callar y el aire trae ese olor seco a tierra caliente, a heno cortado, mezclado con la humedad salina que sube desde el mar Tirreno. El cielo está bajo, opaco, con un sol que cae a plomo sobre las colinas. Polvo, sudor y silencio.
La vieja construcción rural de piedra, con patio central y muros gruesos, se alza al final de un camino de tierra rodeado de olivos retorcidos y viñas agostadas. Ha pertenecido a una familia noble, extinguida hace generaciones, y