Capítulo ciento treinta: Se ve muy mal

 —¡Tráemelo de inmediato! Quiero a mi hijo esta noche aquí — el grito de Gianluca estremece a Caterina que se encuentra fuera de su estudio, escuchando a hurtadillas.

            Ningún hombre se encuentra alrededor, algo extraño, puesto que por lo general su esposo siempre está rodeado de una cantidad enfermiza de escoltas.

            —No, ese no fue el trato —grita de nuevo y Caterina comprende que está hablando con alguien por teléfono. —De acuerdo, envíame las coordenadas y, si no lo encuentro,  en tu lugar, no me quedaría en la villa, porque te juro que todo va a arder esta noche. —Caterina se lleva la mano al pecho.

            ¿Estará hablando de la villa Mancini?

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