En la villa de los Lo Sparto en Maredussa, Caterina intenta controlar el temblor en sus manos; se siente débil y un inmenso nudo se instala en su vientre. La impotencia la invade, el dolor, la rabia.
Respira profundo, debe ir a buscar a Anna que la espera con Nicola y debe alimentarlo; necesita centrarse en el bienestar de su hijo, tranquilizarse y actuar. Le envía un mensaje a su abogado, pidiéndole que agilice el proceso de anulación de la paternidad de Gianluca en los Estados Unidos.
—Caterina.
—Salvatore. —Ella baja la mirada al entrar en el salón. Ver a Salvatore le hace mal; él estuvo todo el tiempo con Rocco, lo acompañó desde su adolescencia y estuvo a su lado en el momento en el que murió. —¿Cómo estás? —Salvatore intenta ocultar lo dolido que se siente. Sus ojos se humedecen.
—Irá mejor, Caterina, en algún momento mejorará. —Ella toma en sus brazos a Nicola, se sienta en una silla mecedora, lo besa y le da el pecho