El palacio no reaccionó de inmediato.
Eso fue lo primero que a Risa le resultó inquietante.
No hubo alarmas, ni pasos apresurados, ni guardias irrumpiendo cuando cruzó el umbral de la cámara. Solo ese silencio denso, expectante, como si la estructura entera estuviera conteniendo el aliento. Las antorchas no titilaban. Las sombras no se movían con naturalidad. Todo parecía… atento.
Rhaziel dio un paso hacia ella y luego se detuvo.
No por duda.
Por respeto.
El vínculo entre ambos vibraba, pero no tironeaba. No exigía. Era como una herida cerrándose lentamente, dejando atrás el ardor para instalar algo más profundo: conciencia.
—Te sientes distinta —dijo él al fin.
Risa sostuvo su mirada sin bajar los ojos.
—Porque lo soy.
Noctara se desplazó a un lado, observando con una cautela que no escondía. Aquello no era solo un cambio emocional. Era una alteración de peso, de centro. Como si Risa ya no estuviera completamente sujeta al mismo eje que el resto de ellos.
—El Señor Oscuro retiró su a