El crepitar del fuego en la chimenea llenaba de calidez los aposentos reales. La noche había caído sobre el castillo, y en el silencio de aquellas paredes, Risa se encontraba recostada sobre el pecho de Rhaziel, escuchando el sonido fuerte y firme de su corazón. Era en esos momentos de quietud donde él se permitía hablar con sinceridad, sin el peso de la corona ni de la guerra sobre sus hombros.
—Risa —murmuró él, acariciando su cabello oscuro—. Hay algo que debo contarte, algo que he visto con mis propios ojos.
Ella levantó la mirada, percibiendo la gravedad en su tono.
—¿Qué ocurre?
Rhaziel suspiró y, por un instante, su mirada se perdió en las llamas.
—Lucian y Lyanna… —se detuvo, como si saboreara el peso de esas palabras—. Están enamorados.
Risa parpadeó, sorprendida.
—¿Qué? ¿Lucian… y Lyanna?
—Sí —asintió Rhaziel—. Lo descubrí hace poco. Creen que lo ocultan bien, pero no es así. La noche anterior, los vi hablar en los jardines. No sabían que estaba allí. Escuché sus palabras, v