El sol se filtra por la ventana de mi pequeño apartamento, iluminando las motas de polvo que flotan en el aire. Es un departamento modesto, nada que ver con las mansiones en las que crecí, pero es mío. Por primera vez en mi vida, todo lo que me rodea me pertenece.
Me levanto de la cama y estiro los músculos adoloridos. No he dormido bien, como casi todas las noches desde que dejé Italia atrás. Los fantasmas del pasado todavía me visitan en sueños, susurrándome nombres, recordándome pecados que nunca podré borrar.
Muevo la cabeza para sacudirme esos pensamientos. Es un nuevo día. Una nueva vida.
Camino descalza hasta la cocina y pongo a calentar agua para el café. La cafetera es vieja y tarda una eternidad, pero tiene algo reconfortante en su lentitud. Mientras espero, me acerco a la ventana y miro la ciudad. Es un lugar anónimo,
DANTENo sabía si estaba soñando o si el destino había decidido burlarse de mí una vez más.La vi antes de que ella me viera. Sentada en aquella mesa junto a la ventana, con un libro entre las manos y una taza de café a medio terminar, parecía salida de una escena que había imaginado mil veces durante las noches más solitarias. La luz del atardecer acariciaba su cabello como si hasta el sol supiera que esa mujer, esa mujer imposible, seguía siendo un incendio en mi pecho.Valentina.Mi Valentina… o tal vez ya no mía.El corazón me dio un vuelco, como si no hubiera pasado un año desde la última vez que la vi alejarse entre las sombras con una maleta en la mano y la determinación de no mirar atrás. Pero lo cierto es que yo nunca dejé de hacerlo. La busqué en cada calle, en cada ciudad, en cada rostro que creía reconocer por error.Y ahora estaba ahí. En carne y hueso. Con la misma mirada que lo decía todo y no decía nada.Avancé con pasos firmes, aunque por dentro era un huracán. El caf
VALENTINALa libertad sabe diferente cuando la pruebas con cicatrices. No es como la pintan en las películas, ni como se describe en los libros. No es una brisa suave en el rostro ni una sonrisa al viento. No al principio. Primero es silencio. Dolor. Soledad. Es aprender a respirar sin miedo, a vivir sin mirar sobre el hombro, a no sentirte prisionera en un palacio dorado.Y cuesta. Cuesta tanto…A veces me despierto en mitad de la noche con el corazón acelerado, creyendo que estoy otra vez en la mansión Morelli. Que todo fue un sueño. Que aún tengo guardias en la puerta y cámaras vigilando mis pasos. Que aún debo pedir permiso hasta para respirar. Me toma unos segundos darme cuenta de que ya no estoy allí. Que soy libre.Que logré escapar.Pero también que perdí más de lo que imaginaba.La paz tiene un precio, y el mío fue él.Dante.A veces me pregunto si elegí bien. Si la vida sencilla que tengo ahora compensa todo lo que dejé atrás. Vivo en un pequeño apartamento en un pueblo dond
DanteLa puerta de ese pequeño departamento se abrió con un chirrido tímido, casi como si también ella estuviera dudando de dejarme entrar.Valentina.Ahí estaba. De pie en el umbral. Con el cabello recogido de cualquier manera, una camiseta que seguramente no le pertenecía —demasiado grande, demasiado neutra, demasiado… anónima— y los ojos tan oscuros como los recordaba. Pero había algo más en ellos, algo distinto. Eran los mismos ojos, sí, pero ahora cargaban con el peso de demasiadas lunas solitarias.—Hola —murmuré.No sabía qué más decir. Había ensayado ese encuentro mil veces en mi cabeza, y sin embargo, las palabras se esfumaban al ver la curva de sus labios temblar con una contención dolorosa.—Hola, Dante —respondió, sin moverse.El silencio entre nosotros era espeso. No incómodo. Dolía. Porque ese silencio estaba lleno de todas las palabras que no nos dijimos cuando ella decidió irse. Estaba cargado con promesas rotas, con despedidas no pronunciadas y con un amor que se habí
ValentinaEl sonido del viento golpeando contra los ventanales me despertó antes de que el sol siquiera se asomara del todo. Me senté en la cama con las sábanas enredadas entre las piernas, aún con el corazón agitado, como si hubiese soñado con algo que no lograba recordar. O quizá sí lo recordaba... porque esa sensación, ese nudo en el pecho, tenía nombre y apellido: Dante Romano.La noche anterior aún flotaba en mi mente como una niebla espesa que no terminaba de disiparse. Él en la puerta de mi apartamento. Su mirada cargada de preguntas que no hizo. Mi llanto —ese maldito quiebre que tanto tiempo había reprimido— estallando como una represa rota frente a sus brazos, que no me exigieron explicaciones, solo me sostuvieron en silencio.Y ahora estaba aquí, en mi pequeño mundo lejos de todo, intentando recomponerme, intentando recordar quién era antes de la oscuridad. Pero ¿cómo se reconstruye una mujer que fue hecha de cicatrices? ¿Cómo se sobrevive al amor cuando el amor fue también
DANTEHay sonidos que uno no quiere volver a escuchar. Voces que deberían estar enterradas junto con los fantasmas del pasado. Pero a veces, esos susurros regresan… y no vienen solos.Estaba en la parte trasera del pequeño taller donde trabajaba, reparando un viejo motor que un vecino había traído. No era glamuroso ni emocionante como las misiones que solía cumplir para Alessandro Morelli, pero me mantenía ocupado. Me daba una razón para no pensar demasiado en Valentina.Aunque eso era imposible.Ella estaba en todo. En el olor del café de las mañanas, en las calles tranquilas del pueblo, en el sonido de su risa que se me aparecía en la memoria como una canción que se resiste a desap
ValentinaLa noticia me golpeó como un puño en el estómago. Dante había estado callado, guardando secretos nuevamente. No pude evitar que la rabia se acumulase dentro de mí. Había estado luchando tanto para tener algo de paz en mi vida, para dejar atrás todo lo que había sido y empezar de nuevo. Y ahora, con esta amenaza a punto de destrozarlo todo, me encontraba de nuevo en el centro de la tormenta.La última vez que había sentido esta furia, fue cuando la mafia me arrastró a su mundo. Ahora, el único que me hacía sentir esa misma sensación era él.Dante, el hombre que decía querer protegerme, había tomado decisiones a
ValentinaEl murmullo del agua de la fuente central se mezcla con las risas ahogadas de las invitadas de mi madre y el sonido cristalino de las copas al brindar. La mansión Morelli está en su máximo esplendor esta noche, iluminada con cientos de luces que resaltan cada detalle de su arquitectura renacentista. Es una de las propiedades más imponentes de la región, una obra de arte que grita opulencia y poder. Para cualquiera que la vea desde fuera, es el sueño de cualquier persona. Para mí, es una jaula. Hermosa, sí, pero una jaula al fin y al cabo.Desde niña, aprendí que nuestro apellido es más que un simple conjunto de letras. Es un peso, una herencia de sangre y poder que no permite grietas. Mi padre, Alessandro Morelli, no es un hombre cualquiera. Su presencia impone respeto, su palabra es ley y su voluntad se cumple sin excepción. En nuestro mundo, él no es solo un empresario, sino el emperador de un reino construido a base de acuerdos silenciosos, lealtades compradas y amenazas
DANTE—Sabes lo que tienes que hacer, Russo. Mantente cerca, pero no demasiado. Y recuerda: es intocable.Las palabras de Alessandro Morelli resuenan en mi mente mientras me mantengo firme frente a él, sin apartar la mirada. No necesito que me repita la advertencia. Sé perfectamente cuál es mi trabajo y cómo hacerlo. No me pagan para pensar ni para cuestionar. Me pagan para proteger, vigilar y, si es necesario, matar.Asiento sin decir nada. Nunca he sido hombre de muchas palabras. Eso es algo que mi jefe aprecia. No me inmiscuyo en asuntos que no me incumben. No hago preguntas innecesarias. Simplemente obedezco.—Valentina es… especial —continúa, con ese tono de voz que no permite discusión—. Es mi única hija y, como comprenderás, no permitiré que le pase nada.Por supuesto que no lo permitirá. Los Morelli protegen lo que es suyo con uñas y dientes.—Entendido —respondo con voz firme.Morelli me observa por unos segundos más, como si intentara leer algo en mi rostro. No encontrará na