VALENTINA
La libertad sabe diferente cuando la pruebas con cicatrices. No es como la pintan en las películas, ni como se describe en los libros. No es una brisa suave en el rostro ni una sonrisa al viento. No al principio. Primero es silencio. Dolor. Soledad. Es aprender a respirar sin miedo, a vivir sin mirar sobre el hombro, a no sentirte prisionera en un palacio dorado.
Y cuesta. Cuesta tanto…
A veces me despierto en mitad de la noche con el corazón acelerado, creyendo que estoy otra vez en la mansión Morelli. Que todo fue un sueño. Que aún tengo guardias en la puerta y cámaras vigilando mis pasos. Que aún debo pedir permiso hasta para respirar. Me toma unos segundos darme cuenta de que ya no estoy allí. Que soy libre.
Que logré escapar.
Pero también que perdí más de lo que imaginaba.
La paz tiene un precio, y el mío fue él.
Dante.
A veces me pregunto si elegí bien. Si la vida sencilla que tengo ahora compensa todo lo que dejé atrás. Vivo en un pequeño apartamento en un pueblo dond