Yo soy el rey legítimo del Valle del Norte. No él. No él.
Lucian los observaba como un depredador estudiando a su presa. Había una frustración creciente dentro de él, ardiente y corrosiva. Por fuera, era piedra. Por dentro, fuego.
— ¿Cuántas ciudades hay en el Reino del Valle del Norte? — Su voz salió baja, fría, como una espada siendo desenvainada.
Los mensajeros se miraron entre sí. Uno de ellos, el más viejo, carraspeó con discreción antes de responder:
— Veinte, Majestad. Sin contar los poblados y fortalezas menores.
Lucian se inclinó hacia adelante, sus ojos azules destellando.
— Veinte ciudades… — murmuró, antes de alzar la voz—. ¿Y están aquí para decirme que solo hemos dominado cuatro? ¿Rivermoor, Stonebridge, Whispering Pines y Grayrock?
— Majestad… también está Nordheim, la capital. Está completamente destruida. Y Whispering Pines… está en ruinas. No hay más resistencia allí — respondió el mensajero, intentando mantener la voz firme.
Pero lo que debería sonar como una victoria solo dejó un sabor amargo en la boca de Lucian.
Se leva