El silencio que siguió fue ensordecedor. Phoenix sintió su corazón martillear contra el pecho. Ya no estaba bajo el dominio de Ulrich. Estaba en las tierras de otro rey alfa, un hombre que no debía lealtad a nadie más que a sí mismo, por lo poco que había oído hablar de él. Necesitaba salir de allí. Pero, antes que nada, necesitaba encontrar a su bebé.
Phoenix miró a Lucian, sus ojos azulados brillando en desafío.
— ¿Dónde está mi bebé?
Lucian inclinó ligeramente la cabeza, observándola con interés.
— ¿De qué te acuerdas?
Phoenix frunció el ceño.
— Yo pregunté primero.
Lucian sonrió, una sonrisa que no contenía maldad, pero tampoco ofrecía consuelo.
— Bien me dijeron que eres una mujer persistente. Cuando te propones algo, no descansas hasta conseguirlo.
— ¡No es "algo", es mi hijo! — vociferó Phoenix, sintiendo la rabia hervir dentro de ella. — Si le hiciste algo, puedes estar seguro de que te mataré.
Lucian se acercó, sus pasos firmes y calculados. Phoenix retrocedió lentamente hasta