Lo peor de un corazón roto no es el dolor. Es la confusión.
La forma en que una parte de ti grita que corras, mientras otra, más callada pero no menos poderosa, susurra que te quedes. Que aún hay algo que salvar.
Y yo… estoy en ese punto muerto. Entre la rabia que me enciende y la necesidad de volver a tocar su piel para recordarme que todavía estoy viva.
Después del encuentro con ese hombre —ese enemigo de Kael con ojos de hielo y sonrisa que prometía caos—, no he dormido más de dos horas seguidas. Y lo poco que consigo cerrar los ojos, lo hago con el cuerpo en alerta y la mente llena de recuerdos que no me pertenecen.
Sigo sintiendo las palabras de Kael latiendo en el pecho.
“Todo lo que he sentido por ti es real”.
Maldito sea.
—Estás caminando como si quisieras huir del mundo entero.
La voz de Liora me saca de mis pensamientos. Está sentada en una roca frente al lago, con los pies descalzos hundidos en la arena húmeda. Siempre fue extraña, incluso para los estándares de la manada.