Noelia
La luz plateada se filtraba por las cortinas como dedos fantasmales que intentaban alcanzarme. Me revolví entre las sábanas, incapaz de conciliar el sueño. Había algo en el aire, una electricidad que hacía que mi piel hormigueara y que mi corazón latiera con un ritmo extraño, casi primitivo.
Era la tercera noche de luna llena desde que había descubierto la verdad sobre Aidan. Sobre lo que era. Sobre lo que significaba para él.
Me levanté de la cama y caminé hasta la ventana. Aparté la cortina y dejé que la luz lunar bañara mi rostro. El cielo estaba despejado, permitiendo que el astro brillara en todo su esplendor, grande y redondo como un ojo vigilante que me observaba desde las alturas.
—¿Qué me está pasando? —susurré, apoyando la frente contra el cristal frío.
Desde hacía días, mi cuerpo parecía responder a un llamado invisible. Los sonidos eran más nítidos, los olores más intensos, y había momentos en que podía jurar que sentía la presencia de Aidan incluso cuando no estaba