Aidan
La luna creciente se filtraba por las cortinas de mi habitación mientras permanecía despierto, escuchando. Podía sentirla al otro lado de la pared, su respiración acompasada, el suave movimiento de las sábanas cuando cambiaba de posición. Noelia dormía, pero yo estaba más alerta que nunca.
El vínculo entre nosotros se fortalecía cada día. Lo sentía crecer como una enredadera, extendiéndose por mi interior, arraigándose en cada fibra de mi ser. Pero necesitaba estar seguro. Necesitaba saber hasta qué punto ella también lo sentía, aunque no comprendiera su naturaleza.
Me levanté y caminé descalzo hasta la ventana. La noche era clara, perfecta para cazar. Mi lobo interior se agitaba, inquieto, hambriento de ella. Cerré los ojos y respiré profundamente, captando su aroma incluso a través de las paredes. Canela y vainilla, mezcladas con algo único, algo que solo ella poseía.
—Mía —gruñí en voz baja, sintiendo cómo mis ojos cambiaban momentáneamente al ámbar del lobo.
La decisión esta