Aidan
El aroma de la sangre me golpeó antes incluso de abrir la puerta. Metálico. Intenso. Una advertencia.
Salí al porche delantero y lo vi: un lobo muerto, uno de los míos, tendido sobre las tablas de madera. Su garganta había sido desgarrada con precisión brutal, y sobre su pelaje gris, escrito con su propia sangre, una sola palabra: "Pronto".
Contuve el rugido que amenazaba con escapar de mi pecho. Era Liam, uno de los centinelas más jóvenes. Apenas llevaba dos años en la manada. Demasiado inexperto para enfrentarse solo a lo que fuera que lo había emboscado.
—Joder —murmuré, apretando los puños con tanta fuerza que mis nudillos crujieron.
La manada de Eastwick había cruzado la línea. Ya no se trataba de provocaciones territoriales o amenazas veladas. Habían matado a uno de los míos y dejado su cuerpo en mi puerta como un trofeo. Como un mensaje.
Escuché los pasos ligeros de Noelia acercándose desde el interior de la casa. En un movimiento rápido, cerré la puerta y me interpuse en