Noelia
El viento golpeaba contra la ventana como dedos impacientes que buscaban entrar. Me envolví en la manta mientras observaba las sombras que proyectaban las ramas de los árboles sobre mi pared. Tres días habían pasado desde mi último encuentro con Aidan, pero su presencia seguía impregnada en cada rincón de mi vida.
Me levanté del sofá y caminé hacia la cocina. El silencio de la casa me resultaba opresivo, como si las paredes contuvieran secretos que se negaban a compartir conmigo. Mientras preparaba un té, sentí ese cosquilleo en la nuca, esa sensación de ser observada que se había vuelto mi compañera constante.
—Estás volviéndote paranoica, Noelia —murmuré para mí misma, pero ni siquiera yo creía en mis palabras.
Desde que había descubierto la verdadera naturaleza de Aidan, el mundo había cambiado. O quizás siempre había sido así, y yo había vivido en una burbuja de ignorancia. Los hombres lobo existían. Las manadas territoriales existían. Y yo, sin buscarlo, me había convertid