Aidan
La luna creciente se alzaba sobre el bosque mientras yo recorría el perímetro de mi territorio. El aire frío de la noche llenaba mis pulmones, pero ni siquiera eso podía calmar el fuego que ardía en mi interior. Cada paso que daba, cada respiración que tomaba, todo me llevaba de vuelta a ella. A Noelia.
Los miembros de mi manada me seguían en silencio, sus miradas clavadas en mi espalda como dagas afiladas. Podía sentir su inquietud, su impaciencia. Para ellos, mi indecisión era una debilidad imperdonable.
—Alfa —la voz de Marcus rompió el silencio cuando nos detuvimos en el claro—. La luna llena se acerca. Los otros Alfas están preguntando.
Me giré para enfrentarlos. Seis pares de ojos me observaban, esperando una respuesta que no estaba seguro de poder dar.
—¿Qué quieren saber exactamente? —pregunté, aunque conocía perfectamente la respuesta.
—Si has reclamado a tu compañera —respondió Marcus sin titubear—. Si la has marcado.
La palabra "marcado" despertó algo primitivo dentro