La noche había caído sobre el palacio como un manto de terciopelo negro. Mariana permanecía inmóvil en el balcón de su habitación, con la mirada perdida en el horizonte donde las estrellas parecían burlarse de ella. Las palabras de Khaled seguían resonando en su mente como un eco doloroso: "El destino nunca nos será favorable".
El viento del desierto agitaba su cabello mientras apretaba los puños contra la barandilla de mármol. ¿Cómo podía un simple roce de su mano en su mejilla haberla dejado tan devastada? Ese breve contacto había despertado en ella un anhelo tan profundo que ahora le quemaba por dentro.
—¿Por qué me trajiste aquí si sabías que esto pasaría? —susurró a la noche, como si el cielo estrellado pudiera ofrecerle respuestas.
En el otro extremo del palacio, Khaled se encontraba en su despacho, rodeado de documentos que no conseguía leer. Su mente estaba atrapada en el recuerdo de Mariana, en la suavidad de su piel bajo sus dedos, en la vulnerabilidad de su mirada cuando se