El Gran Salón del Palacio Real de Alzhar resplandecía como nunca antes. Cientos de lámparas de cristal colgaban del techo abovedado, proyectando destellos dorados sobre los mármoles pulidos y las columnas ornamentadas. Mariana observaba maravillada desde un rincón discreto, sintiendo que había entrado en un cuento de las mil y una noches. El baile diplomático anual era, según le habían explicado, uno de los eventos más importantes del calendario oficial, donde Alzhar mostraba su esplendor a delegaciones extranjeras y fortalecía alianzas internacionales.
Mariana se había preparado durante horas, ayudada por Yasmin, quien había insistido en que su apariencia debía ser impecable. Llevaba un vestido color turquesa que se ajustaba a su figura con elegancia, con sutiles bordados plateados que captaban la luz con cada movimiento. Su cabello, recogido en un moño bajo con algunos mechones sueltos enmarcando su rostro, le daba un aire de sofisticada sencillez.
—Estás hermosa —le había dicho Yasm