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Capítulo 9: Haz que siga valiendo la pena

De regreso al hospital, siento que camino con algo atorado en el pecho. Entro a la habitación y los encuentro: Derek sentado al lado de la cama y Liam más animado de lo que esperaba. 

Oigo cómo mi hermano le cuenta una de sus “hazañas” —esas historias medio inventadas que siempre logra convertir en aventuras heroicas— y Liam se ríe, sus ojitos azules brillando por primera vez desde que todo empezó. Es un alivio pequeño.

Cuando me ve entrar, Derek se pone en pie con rapidez.

—Lleva un rato despierto —me dice Derek, pero hay algo en su voz que me preocupa.

No pregunto qué pasó mientras no estuve. Solo me siento despacio en la silla junto a la cama y tomo la mano de mi hijo. Está somnoliento; me mira con esos ojos aún a medio cerrar y su primera frase me atraviesa como una aguja.

—Mami… ¿dónde fuiste? — pregunta con esa voz todavía arrastrada por el sueño—. ¿Me trajiste gelatina? Las enfermeras solo me dan sin sabor. Quiero la de colores, como la que haces tú.

Un nudo me aplasta la garganta. Lo miro, su carita solo pide cosas sencillas y caseras. ¿Cómo le digo que ahora no puedo darle esas cosas?

—Claro, mi amor —le respondo en voz baja, apretando su manita—. Pronto mamá te va a preparar tu gelatina favorita. Será la de colores, lo prometo.

—¿Cuándo volvemos a casa? —Parpadea y añade con tristeza. ―Extraño a Lia. Quiero jugar con mi hermanita.

Me rompe por dentro.

El nombre de Lia me abre una grieta en mi corazón. La imagino en la casa de la señora Coleman, esperando a que vuelva con ella. Sé que la señora la cuida bien, y Colín también, pero no es lo mismo. Me duele no estar con mi niña ahora que más me necesita.

Le beso la frente a Liam y contengo el llanto.

—Ya casi, cielo. Todo esto es temporal. Mamá está aquí y no te va a soltar. Cuando el doctor diga que podemos irnos, te llevo con tu hermanita.

Derek me mira, con la expresión entre duda y afligido. Está tan afectado como yo, pero intenta ser fuerte.

—¿Cómo te fue en el restaurante, Ava? —pregunta en voz baja, para que Liam no lo escuche.

—El gerente dijo que me llamaría —respondo—. Al menos no me despidió en el acto. Aunque parecía inclinarse por ello. Pero él sabe que soy cumplida en el trabajo; llevo años ahí sin quejarme. Solo no me dio una respuesta de lo otro.

—¿Lo del adelanto que ibas a pedirle?

Asiento. Él me toca el hombro y hace una seña hacia la puerta para que lo siga fuera de la habitación.

Primero me aseguro de que Liam este dormido otra vez y salgo minutos después. Mi hermano está afuera esperando en el pasillo con dos vasos humeantes en sus manos; el olor a café me llega y me calma un poco. Me pasa uno y lo tomo sin pensarlo.

—Dime, Derek, ¿de qué quieres hablar? —clavo la mirada en él.

—¿Para qué necesitas el adelanto? ¿Es para pagar las cuentas del hospital? —su voz es directa, sin rodeos.

Desvío la mirada. No puedo soltarlo todo de golpe, pero sé que tarde o temprano tendrá que saberlo. Respiro hondo y me decido a abrir un poco.

—Sí —confieso—. Es para las cuentas del hospital.

—¿Pero tu seguro no cubre eso? —pregunta con la sospecha que siempre tuvo cuando nota que su hermana le oculta algo.

Mi hermano no es tonto. Suspiro y le suelto la verdad en pedazos. Cierro los ojos un segundo y cuando los abro los fijo de nuevo en él.

—Derek… mi bebé no está bien —la voz se me rompe.

No sé en qué momento termino abrazada por mi hermano.

Entre sollozos le cuento todo: el diagnóstico que nos dieron, la cifra imposible que piden, y ese maldito tratamiento que mi hijo tendrá que enfrentar; lo imagino dejando de ser el niño feliz para pasar la mayor parte del tiempo en un hospital, entre máquinas, agujas y un montón de medicinas.

Derek no dice nada al principio. Me sostiene fuerte entre sus brazos, pero esa fuerza no borra el miedo en su mirada.

—No te voy a dejar sola, Ava ―susurra. ―Buscare la forma para ayudarte a salir de esto.

Lo veo a los ojos y le hablo con voz firme, aunque se me quiebre por dentro.

—Por favor, no te metas en problemas por mí, Derek. —Le aprieto la mano—. Yo me encargaré de esto. No voy a permitir que también te pase algo a ti.

Él me sujeta con más fuerza un segundo, como a modo de respuesta, y yo siento que, por ahora, al menos, no estoy completamente sola.

En mi mente, un pensamiento arde como fuego: No por nada sacrifiqué mi futuro con Logan. Haz que siga valiendo la pena, hermanito.

Aunque una parte de mí sigue sintiéndose arrepentida de haberle hecho daño al hombre que ame.

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