Mundo ficciónIniciar sesiónAmanece, y el hospital huele a desvelo. No recuerdo haber cerrado los ojos en toda la noche. He pasado cada minuto aferrada a la mano de Liam, observando cómo respira, temiendo que en cualquier momento el monitor muestre algo distinto.
El cansancio se me pega a la piel, pero no me importa. Solo quiero verlo abrir los ojos y pedirme otra vez gelatina de colores.
Es entonces, cuando la luz del sol apenas se filtra por la ventana, que el teléfono vibra en mi bolsillo. El sonido corta el silencio como un disparo. Me sobresalto por ello.
Lo saco y veo en la pantalla el nombre del "Gerente Ramírez".
—¿Sí? —respondo casi en un susurro.
—Mitchell, necesito que se presente a trabajar —su voz suena seca, sin una pizca de empatía. — Si no, considérate despedida.
Trago saliva, miro a Liam que sigue dormido.
—Señor Ramírez, esperé… ya le conté ayer mi situación, —aprieto el celular contra mi oído—, no me fui del trabajo por capricho. Mi hijo sigue hospitalizado, él no está bien.
—Si tanto necesita de su empleo —ignora mis palabras. —Preséntate hoy mismo. De lo contrario, solo venga a firmar su renuncia.
¡¿Hoy mismo?!
—No puedo dejar a mi hijo solo...
Me interrumpe.
—No me interesa saber su vida personal.
Lo escucho suspirar, fastidiado.
— Yo… yo necesito este empleo.
—Entonces venga a trabajar.
Quiero gritar, pero lo único que logro es cerrar los ojos con fuerza.
—Sí, señor. Trataré de llegar a tiempo —respondo con la voz quebrada.
Corta la llamada sin despedirse o agregar algo mas. Me quedo inmóvil, sigo apretando el celular, esta vez con más fuerza que los nudillos se me ponen blancos. Siento rabia, impotencia y miedo mezclados en un mismo golpe al pecho.
Respiro hondo, intentando calmarme, cuando otra vibración en mi mano me hace sobresaltarme de nuevo. El corazón me da un vuelco: por un instante pienso que es Ramírez cambiando de opinión, pero no.
El nombre en la pantalla me hace suspirar, "Colín".
Suelto un suspiro. No sé si de alivio o de cansancio.
—¿Hola? —contesto.
—Ava… —pronuncia su voz baja, cargada de preocupación—. ¿Cómo van las cosas?
Hace una pausa unos segundos, yo solo pienso en cómo voy a resolver lo de mi hijo. Si me voy a trabajar, ¿quién se quedará con él?
—Perdóname —continúa. —Debería estar contigo en este momento, y en lugar de eso sigo aquí, atrapado en juntas en la oficina, en todo menos donde debo estar.
Cierro los ojos un segundo.
—No tienes por qué disculparte, Colín. Entiendo que tienes tu vida.
—No digas eso —interrumpe con un tono firme, casi dolido—. Si dependiera de mí, mi vida sería solo de ustedes… tú, Liam, y Lia. Solo está en que tú me lo pidas, Ava.
Un nudo me sube a la garganta. No puedo permitir que esto se desvíe hacia un terreno del que no quiero hablar, y menos ahora.
—Colín, no… no es momento para hablar de eso —lo corto, buscando aire—. Lo importante ahora es Liam.
Al otro lado se hace un silencio pesado. Luego él suspira.
—Está bien. Dime entonces, ¿qué dijo el médico?
—Confirmaron el diagnóstico, es lo peor, Colín. —Se me rompe la voz, aunque intento controlarla—. Mi pequeño necesita un tratamiento, será algo largo. El médico dijo que pasará tiempo en el hospital, le realizarán quimioterapia… entre otras cosas. Quiere empezar de inmediato.
No me atrevo a mencionar lo del dinero, es una cifra muy elevada, y no quiero que Colín piense que me estoy quejando para que él me resuelva el problema.
—Dios… —murmura, y escucho un golpe del otro lado, como si hubiera dado un puñetazo a un escritorio—. Entonces déjame ayudarte. No tienes que seguir matándote en el trabajo. Yo puedo encargarme de ustedes.
Aprieto los labios, sacudiendo la cabeza, aunque él no pueda verme.
—No, Colín. No es tan sencillo —trato de sonar firme, pero por dentro siento que me quiebro. —No quiero que cargues con algo que me toca a mí resolver.
—Está bien… —responde en un susurro cargado de frustración—. Dime al menos qué necesitas ahora.
Aprovecho para pedir lo que realmente me urge en este instante.
—Si tú no puedes venir, ¿crees que tu madre pueda ayudarme? Sé que ya tiene bastante con Lia, pero puedo inscribir a mi hija en la guardería unas horas. Así, si tu madre pudiera darse una vuelta por el hospital, aunque sea una vez al día, Liam no estaría tan solo cuando yo tenga que ausentarme.
Se oye su respiración pesada al otro lado. Sé que no le gusta mi plan, pero también sé que lo pensará.
—Mi madre lo haría encantada. Hablaré con ella —responde al fin—. Y yo también estaré allí, Ava. Te lo prometo.
—Gracias, Colín —pronuncio.
Después de agradecerle y despedirme de él, cuelgo la llamada.
Me quedo con el celular pegado a la mano, con la sensación de que todo se me escapa. Levanto la vista hacia mi hijo. Él sigue dormido, ajeno a la tormenta que me arrastra.
Aprieto el celular contra mi pecho y me hago una promesa en silencio: aunque me tenga que partir en mil pedazos, no me derrumbaré, no ahora que mi pequeño necesita a su madre más fuerte.
“Resiste, Ava. Aunque el mundo a tu alrededor se desplome, tú debes resistir, por ellos".







