Capítulo 34: El principal causante de aquel dolor
La mañana siguiente a la cena, Logan se encontraba en su oficina, sentado tras el enorme escritorio de caoba. Frente a él, una carpeta abierta con contratos esperaba a ser revisada, pero su mirada estaba fija en un punto muerto y perdido.
No importaba cuántas veces intentara concentrarse, la escena de anoche volvía como una maldición: los ojos de Ava, el coraje que ardía en Colín. Todo lo arrastraba de nuevo a ese lugar que él mismo había enterrado.
El golpe seco de la puerta lo regresó a la realidad. No era un empleado. No era nadie que debiera anunciarse. Solo había una persona que entraba sin permiso: Richard Langford.
Su padre caminaba con la misma elegancia arrogante de siempre, como si la oficina también le perteneciera; de hecho, a ese hombre le pertenecía todo ese territorio. Su traje negro, perfectamente planchado, parecía un uniforme de guerra. Se acomodó frente a él, con las manos apoyadas en el escritorio.
—¿Cómo estuvo la