Capítulo 3: Un hogar nuevo

Capítulo 3: Un hogar nuevo

Dejé la universidad. No tuve otra opción.

No hay dinero para pagar mis clases, ni fuerzas para seguir fingiendo que todo está bien cuando mi vida se desmorona.

La noticia llega a mi tía antes de que yo pudiera siquiera preparar una excusa. Su reacción es inmediata, brutal.

—¡Eres igual que tu madre! —escupe, con los ojos encendidos de rabia—. Una inútil que arruina todo lo que toca.

—¡No hable así de ella! —replico, temblando.

—¡Cállate! —me grita tan fuerte que me hace retroceder—. Yo me hice cargo de ti y de tu hermano, porque nadie más lo hizo, y así me pagas: trayendo vergüenza a esta casa. Una mocosa embarazada sin el padre de ese bastardo… ¡Qué asco!

Recojo mis cosas con manos temblorosas. Cada insulto me golpea como un látigo. Pero lo que más me rompe es ver a Derek enfrentarse a ella.

—Si Ava se va, yo también.

Ella se da la vuelta, y su mirada es hielo puro.

—Inténtalo, Derek, y olvídate de que tienes tía. Yo tengo tu custodia. Si te vas con ella, no vuelvas a poner un pie aquí.

El golpe de esas palabras lo deja sin aire. Tiembla, aprieta los puños, pero al final baja la cabeza.

—Lo siento, Ava… —susurra, con la voz rota—. Iré a buscarte… aunque sea a escondidas.

Me abraza con fuerza, y yo lo rodeo, aunque ahora él ya es más alto que yo. Es difícil soltarlo, como si al hacerlo me arrancaran algo vital.

Antes de cruzar la puerta por última vez, le dejo mi promesa grabada:

—Si alguna vez necesitas ayuda, si caes en problemas otra vez, no dudes en buscarme. Siempre encontraré una forma de sacarte, hermanito. Te amo.

La tía lanza una última estocada desde el umbral:

—¡Vete de una vez, bastarda! Y espero que tu hijo nazca tan inútil como tú.

La rabia me cierra la garganta, pero no respondo. No pienso darle ese poder.

[***]

Colín es quien me sostiene cuando ya no me queda nada. Me abre las puertas de su hogar.  No sé cómo él se atreve a ayudarme, después del daño que también le causé.

Su departamento no es grande, pero me da algo que necesito más que nunca: seguridad, un refugio cálido.

—No será mucho tiempo —le digo, abrazando mi mochila como si fuera mi última defensa—. Solo mientras ahorro algo, después me iré a buscar mi propio sitio. No quiero ser una carga.

Niega de inmediato, firme.

—No pienses en eso, Ava. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Este apartamento es tuyo por ahora.

Lo miro confundida, y él aclara con un suspiro:

—Mi madre está delicada de salud. Me mudé con mis padres mientras ella se recupera. Aquí nadie te molestará. Siéntete como en tu casa.

Trago saliva, la gratitud me quiebra por dentro.

—Colín, gracias. Yo...

—Lo digo en serio, y no quiero que te sigas disculpando, Ava. —Su mirada se clava en la mía—. Vendré todos los días a verte, por si necesitas algo.

Asiento, conteniendo las lágrimas. Sé que ahora no podría sobrevivir sin él.

[***]

Comienzo a trabajar. Turnos dobles, corriendo entre mesas, sirviendo platos en un restaurante de cinco estrellas.

Irónico: Ava Mitchell soñaba con brillar en una cocina, pero ahora limpia restos en las mesas y aguanta quejas de clientes ricos, y no hablemos de mi jefe o mis compañeros, quienes me hacen mi vida laborar imposible.

Mi cuerpo se cansa, pero no me rindo. Ya no estoy luchando solo por mí, ahora hay un motivo más grande en mi vida. Y es por lo que me mantengo de pie todos los días.

[***]

Derek aparece de vez en cuando, escapando de la tía como puede. Se sienta conmigo y lanza preguntas torpes.

—¿Cómo va el bebé? ¿Ya se nota?

—Un poco —le sonrío, aunque mi barriga apenas empieza a crecer.

Cuando le conté que sería tío, se iluminó como si fuera él quien esperaba un hijo. Esa alegría lo calma, lo mantiene lejos de problemas por primera vez en mucho tiempo.

—Voy a ser el mejor tío del mundo —me promete con ojos brillando.

Y yo le creo.

[***]

El tiempo avanza. Mi vientre crece. Cada día se vuelve más pesado, pero también más esperanzador. Las patadas, los movimientos dentro de mí, me recuerdan que no estoy sola. Que llevo dos vidas latiendo en mi interior.

Lo confirmé en mi última ecografía. No era solo uno, sino dos. Dos milagros.

[***]

Meses más tarde. El parto llega entre dolor, gritos y lágrimas. El hospital es un caos: médicos corriendo, enfermeras dándome órdenes mientras las contracciones aumentan y aumentan hasta llegar al límite.

—¡Empuja, Ava, empuja fuerte!

Creo que no lo resistiré. El dolor me parte en dos, siento que me quema por dentro. Grito hasta quedarme sin voz.

Y entonces, el sonido más hermoso: un llanto fuerte, desgarrador.

—¡Es un niño! —anuncia la enfermera.

Apenas me dejan verlo cuando otro dolor me arranca un alarido. Viene el segundo. Mis uñas se clavan en las sábanas, mi cuerpo se retuerce.

—Ya casi, solo un poco más —me anima el médico.

Luego de unos minutos, otro llanto llena la sala. Más agudo, más urgente.

—¡Y una niña!

Las lágrimas me nublan la vista. Estoy exhausta, rota… pero completa.

Me ponen a mis mellizos sobre el pecho. Sus pieles tibias, sus llantos sincronizados. Los abrazo con el corazón desbordado.

—Liam y Lia… —susurro, besando sus cabecitas húmedas.

Son preciosos. Son perfectos. Son míos.

Aunque el mundo me odie por lo que le hice al hombre que amo, aunque me cierren puertas, lucharé con todo lo que soy para protegerlos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP