Hace más de un mes que todo se fue al demonio. Desde entonces vivo con una sensación extraña en el cuerpo: cansancio, mareos, náuseas. Pero me convenzo a mí misma de que es el estrés. Tiene que serlo.
Hoy, mientras cruzo el pasillo de la universidad, siento que el suelo se mueve bajo mis pies. Mi visión se nubla, me mareo y casi caigo, pero unas manos firmes me atrapan antes de tocar el piso.
—¡Ava! —la voz de Colín suena alarmada, fuerte, atrayendo miradas curiosas de los estudiantes alrededor.
—Estoy bien —miento, llevándome la mano a la frente.
—No, no lo estás. Te voy a llevar a la enfermería —dice con tono firme.
No me da opción. Me acompaña hasta el pequeño consultorio universitario.
La enfermera me sienta en una camilla. Y comienza hacerme unas preguntas que me taladran: ¿he tenido mucho sueño?, ¿mareos frecuentes?, ¿náuseas?
Contesto como puedo. Ella me mira con sospecha, frunce el ceño y al final me dice:
—No puedo asegurarlo —dice al final—, pero deberías hacerte una revisión completa en el hospital. Una prueba de orina puede aclararlo.
Colín me observa preocupado.
—¿Es la primera vez que te pasa esto? —me pregunta cuando salimos.
—He tenido algunos mareos antes… —confieso.
Su expresión cambia. Se endurece.
—Entonces no hay que esperar más. Te llevo al hospital ahora mismo, Ava.
Quiero protestar, pero él ya está decidido y la verdad es que el miedo ya me aprieta el pecho.
[***]
En el hospital nos reciben rápido. La enfermera de ahí repite las mismas preguntas y al final me hacen la prueba.
—Los resultados estarán en dos horas —me informa.
Asiento, tratando de no pensar demasiado.
—Vamos a comer algo mientras tanto —propone Colín.
—No tengo hambre. La comida me da náuseas últimamente.
Me mira con gesto serio, pero no insiste.
—Entonces salgamos un rato. Quiero hablar contigo.
[***]
Terminamos en un parque cercano. Nos sentamos en una banca, lejos del ruido. Colín suspira, me observa con una intensidad que me incomoda.
—Supe algo de Logan —dice finalmente—. Ya no está en el país. Está en Londres. Su padre lo envió a estudiar allá.
Mis uñas se clavan en la palma de mi mano. No me sorprende, ya lo sabía. Pero escucharlo en voz alta es como recibir un golpe en el estómago.
—Ava —su voz se quiebra un poco, no es dura, solo dolida—. Necesito saberlo. Ese día… ¿por qué me pediste que hiciera eso? ¿Por qué me metiste en medio de esa farsa?
Las palabras pesan toneladas. Por un momento quiero decirle la verdad: que el padre de Logan me amenazó, que tenía a Derek en sus manos, que todo fue una trampa. Pero me lo trago.
No puedo. No debo decirle nada de eso. No puedo arrastrarlo a él también.
—Lo hice porque entendí que no era la mujer adecuada para Logan —miento, bajando la mirada—. Él merece algo mejor. Y como no iba a dejarme ir fácilmente… necesitaba algo que lo destrozara por completo.
Colín aprieta los labios, pensativo. No hay reproche en su voz, solo una mezcla de tristeza y desconcierto.
—Yo vi cuanto ustedes dos se amaban… cómo tú lo has amado. Y aun así… me pediste que te ayudara a romperlo. Sigo sin comprenderlo.
Mi pecho se oprime con fuerza.
—Perdón, Colín —susurro, sintiendo que me falta el aire—. Siento haberte usado, no debí haberte pedido algo como eso.
Él niega despacio, con una sonrisa triste que duele más que cualquier reclamo.
Por un segundo noto un gesto de decepción en su rostro, aunque lo disimula enseguida. Yo bajo la cabeza, avergonzada.
—No me arrepiento de haberte ayudado —confiesa—. Si me lo pidieras otra vez, lo haría sin pensarlo. Solo no entiendo, Ava… no entiendo por qué lo hiciste.
―Lo siento… por mi culpa perdiste a tu mejor amigo.
Lo miro, incapaz de seguir con esta conversación que nos lastima a ambos. Él busca la verdad en mis ojos, pero yo ahora solo le ofrezco un muro de silencio.
—No te preocupes —responde con una sonrisa triste—. Nuestra amistad ya estaba en la cuerda floja desde hace tiempo.
No me da detalles, y yo tampoco me atrevo a preguntar. Sé que, si sigo tirando de ese hilo, terminaré viendo la herida que yo misma abrí en él. Y algo me dice que esa herida sangra más de lo que él deja ver.
[***]
Cuando regresamos al hospital, mi corazón late con fuerza, no sé porque me siento nerviosa. Entro sola a buscar los resultados. Abro el sobre sin miedo, convencida de que dirá estrés, anemia, cualquier cosa.
El sobre cruje en mis manos.
Pero al desplegar la hoja, las letras grandes me golpean como un balde de agua fría:
Prueba de embarazo: POSITIVO.
El piso se mueve bajo mis pies. Me sujeto al borde del mostrador para no caer.
Salgo de la sala con el sobre en la mano y Colín me intercepta al instante.
—¿Qué pasó? ¿Qué dicen los resultados?
Levanto la vista, con los ojos nublados de lágrimas. Apenas me salen las palabras.
—Colín… estoy embarazada.
Él se queda en silencio, paralizado. Yo bajo la mirada, incapaz de sostenerlo más.
Entonces siento su mano en mi hombro.
—Tranquila, Ava, no estás sola en esto —dice con firmeza—. Pase lo que pase, yo voy a estar contigo.
Y aunque sus palabras deberían darme paz, lo único que siento es un vértigo insoportable, porque sé perfectamente que me espera de ahora en adelante.