ALMAS DESTINADAS - UN DEBER POR AMOR
El hospital estaba silencioso a esa hora de la mañana. Sarah caminaba por el pasillo con el café aún caliente entre las manos, avanzando hacia la habitación que ya conocía de memoria. Sus pasos eran firmes; sin embargo, en su interior albergaba una inquietud persistente que nunca se disipaba completamente.
Se detuvo frente a la puerta, respiró hondo y entró.
—Hola, mamá —dijo con suavidad.
Ximena estaba despierta, apoyada contra las almohadas, con el rostro cansado pero los ojos atentos. Al verla, una sonrisa pequeña apareció en sus labios.
—Llegaste temprano —comentó—. No hacía falta.
—Claro que sí —respondió, dejando el café sobre la mesa—. Quería verte antes de irme a trabajar.
Se aproximó y le acomodó con delicadeza la sábana y posteriormente la almohada, como si tal gesto pudiera salvaguardarla de todo lo demás.
—¿Cómo te sientes hoy?
—Mejor —respondió su madre—. El médico dijo que los resultados mejoraron un poco.
Sarah sonrió, aunque el aliv