ALMAS DESTINADAS - VIAJE DE NEGOCIOS
El aeropuerto estaba lleno, pero para Liam el ruido parecía lejano, casi inexistente. Las voces, los anuncios, el rodar constante de las maletas, todo se mezclaba en un murmullo que no lograba distraerlo de la sensación que llevaba en el pecho desde que había salido de casa.
Ava caminaba a su lado, sosteniendo su abrigo con una mano mientras con la otra acomodaba, por enésima vez, el cuello del saco de su hijo. No importaba que Liam tuviera veintisiete años ni que fuera un hombre hecho y derecho; para ella, seguía siendo el niño al que alguna vez sostuvo en brazos con miedo de perderlo.
—No te saltes las comidas —le dijo, sin mirarlo directamente—. Y descansa, duerme al menos tus ocho horas.
Liam sonrió con paciencia y ternura. Se inclinó apenas y besó su frente con un gesto natural, aprendido a lo largo de los años.
—Voy a estar bien, mamá. No te preocupes tanto. Pero te aseguro que no voy a pasar muchas horas trabajando. Me concederé un momento p