El silencio que siguió al anuncio de Vex era del tipo que precede a las tormentas. Zara Nightwhisper permanecía inmóvil en el centro del salón del consejo, sus manos apretadas en puños a los costados mientras su pecho subía y bajaba con respiraciones controladas. Había pasado veintiocho años esperando ese título. Veintiocho años preparándose para ser la Luna perfecta que la Manada del Crepúsculo merecía.
Y ahora Seraphine.
Esta refugiada desfigurada con cicatrices plateadas marcando su rostro como un mapa de fracasos había tomado lo que le pertenecía por derecho de sangre.
Los miembros del consejo observaban el intercambio con la tensión de quienes presencian el momento antes de que estalle la violencia. Algunos miraban a Zara con simpatía apenas disimulada. Otros estudiaban a Seraphine con escepticismo evidente. Nadie se atrevía a hablar.
Zara respiró profundamente. La furia que había explotado momentos antes se congeló en algo más peligroso: determinación fría. Si Vex no vería la raz