La sangre lunar

El aullido continuaba resonando cada vez más cerca, de manera grave y prolongado, dando la impresión de que el propio bosque temblara ante su eco. Aria transformada corría sin volver la vista atrás. Al pasar, las ramas le agredían el pelaje blanco y el suelo húmedo se hundía bajo sus patas.

—¡Acelera! —gritó Nerya. Se encuentra más cerca.

Aria apenas tenía la capacidad de respirar. Sentía que su pecho se iba a romper su corazón latía con tanta fuerza. Detrás de ellos, el bosque tronaba. Algo gigantesco se abría camino entre los árboles. Un segundo aullido resonó más cerca.

Aria tropezó cayó al suelo Eidan, quien hiba sobre su lomo también cayo. Sin embargo, se levantó de inmediato y la asistió para que ella pudiera levantarse también.

—No podemos parar. ¡No ahora!—dijo, arrastrándola con voz ronca. volvió a subir a lomo.

Nerya, que los esperaba con la voz agitada hablo.

— Vamos, no se detengan o nos alcanzará.

Corrieron hasta que el bosque se extendió frente a un precipicio
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