El aire del norte, cargado con ese aroma inconfundible que combina pino, viento helado y recuerdos, se esparcía por los campos cubiertos de escarcha mientras el amanecer iba tomando forma.
Después de haber cruzado la frontera, el grupo avanzaba más lentamente, no porque estuviera cansado, sino debido a lo que le esperaba adelante. Raiden prestaba atención a cada ruido entre los árboles; su mirada se deslizaba por el bosque con la tranquilidad de alguien que sabe cuáles son los peligros que se esconden en las fronteras del reino. Se levantó y los alentó para que siguieran, consciente de que aún tenían un largo recorrido por delante hasta llegar a la aldea fronteriza de Luna Eterna.
Aria, a su lado, mantenía la mirada en el horizonte, en el lugar donde las montañas cubiertas de nieve parecían unirse con el cielo. Cada metro que recorrían era un susurro que despertaba algo en su interior: una conexión profunda y antigua, percibiendo el suelo bajo sus pies como si este la invocara por s