Regresé a la aldea sintiéndome vacía, como si el bosque se hubiera llevado algo vital de mí. Mis pasos eran torpes, y el aire frío de la noche parecía clavarse en mi piel.
Apenas crucé el umbral de mi tienda, las lágrimas que había intentado contener brotaron como un torrente. Me desplomé en los cojines, abrazándome las piernas mientras sollozaba con desesperación.
— Eirik… Eirik. – susurré entre sollozos
Todo a mi alrededor era un caos: Eirik desaparecido, quizá oculto por su madre. las advertencias de mamá, la fuerza invisible del bosque… nada tenía sentido.
—¿Por qué? —susurré al vacío, mi voz rota y temblorosa—. ¿Qué quieren de mí? ¿Por qué no me dejaron verlo? Lo necesito, ahora más que nunca necesito su amor.
El eco de mis palabras fue mi única respuesta. Estaba sola, atrapada en un torbellino de dudas y miedos.
Sentí que el peso del mundo se me venía encima, y mi pecho se