– El eco de una promesa
El aire de la ciudad se sentía pesado cuando Rubén Colmenares bajó del coche que lo trasladó desde el aeropuerto. El hotel "Le Grand" se alzaba ante él como un monumento a sus días de gloria y, al mismo tiempo, como el recordatorio de su mayor fracaso. Entró en el vestíbulo con paso rápido, ignorando los saludos serviles del personal. No quería protocolos; quería silencio.
—La suite 902 —dijo Rubén al recepcionista jefe, quien lo reconoció al instante—. Entrégueme la tarjeta personal.
—Por supuesto, Sr. Colmenares. Tal como usted ordenó, la suite ha permanecido cerrada bajo llave desde que la Sra. Bianchi se marchó. Nadie ha entrado, ni siquiera el personal de limpieza, salvo por las rondas de mantenimiento básico que usted autorizó.
Rubén asintió, tomó la tarjeta magnética y se dirigió al ascensor. Mientras subía, sentía que el oxígeno le faltaba. Al llegar al noveno piso, caminó por el pasillo alfombrado hasta la puerta 902. Al deslizar la tarjeta y escuchar