– El peso de una hoja de papel
—Te espero en la sala de juntas, papá. —Elio le dedicó una última sonrisa ensayada—. Es grato tenerte de vuelta.
Elio se giró y caminó hacia la salida. Al llegar a la puerta, se detuvo un segundo y miró hacia atrás. Óscar ya no lo miraba a él; miraba la carpeta.
Un escalofrío recorrió la espalda de Elio.
—¿Todo bien, papá? —preguntó, probando el terreno.
Óscar levantó la vista, como saliendo de un trance.
—Sí, hijo. Todo bien. Solo… recuerdos.
Elio asintió y salió, cerrando la puerta.
En el pasillo, Elio se aflojó el nudo de la corbata, sintiendo que le faltaba el aire.
—Maldita sea —susurró—. Tengo que mantener la calma. Él no sabe nada. Nadie sabe nada.
Dentro de la oficina, Óscar quedó solo otra vez.
El silencio volvió a caer sobre él, pero esta vez estaba cargado de una urgencia eléctrica.
Elena había salido detrás de Elio para preparar el café que Óscar le había pedido con una seña, dejándolo en una soledad absoluta.
Óscar se reclinó en su silla de