– El peso del silencio

Rubén.

Estaba de pie en el umbral, con una mano aún apoyada en el pomo de la puerta y el pecho agitado, como si hubiera corrido hasta allí. Llevaba el traje ligeramente desalineado, la corbata aflojada y el cabello un poco revuelto, pero sus ojos… sus ojos oscuros la buscaban con una intensidad que le quemaba la piel.

—¿Cristina? —Su voz salió ronca, llena de una preocupación inmediata al verla—. Jessica no estaba en su puesto y…

Se detuvo en seco. Dio un paso hacia dentro y cerró la puerta tras de sí, avanzando con urgencia al notar su estado. Cristina se puso de pie de un salto, como si la hubieran descubierto cometiendo un crimen. Se pasó el dorso de la mano por las mejillas con desesperación, intentando borrar cualquier rastro de las lágrimas, pero era inútil. El rímel se había corrido ligeramente y sus ojos rojos la delataban.

—No te acerques a mí —dijo ella, con la voz quebrada, alzando una mano para detenerlo.

Pero Rubén no se detuvo. Rodeó el escritorio