– Una mentira tras otra
La puerta de la oficina se abrió apenas unos segundos después de que Cristina soltara el teléfono. Jessica entró con una sonrisa ligera, cargando un par de carpetas bajo el brazo, pero la expresión se le borró del rostro en el instante en que sus ojos se posaron sobre su jefa y amiga.
Cristina estaba pálida, con las manos temblando sobre el escritorio y el rostro bañado en lágrimas silenciosas pero devastadoras. Parecía haber envejecido diez años en cinco minutos.
—¿Cristina? —Jessica soltó las carpetas sobre una silla cercana y corrió hacia ella, rodeando el escritorio—. ¡Dios mío! ¿Qué pasó? ¿Te sientes mal?
Cristina negó con la cabeza, incapaz de formar palabras. El nudo en su garganta era tan doloroso que apenas le permitía respirar. Al ver la angustia en los ojos de su asistente, la fachada de mujer de hierro que había mantenido durante años se desmoronó por completo.
—No puedo… no puedo más, Jess —sollozó, con la voz rota.
Jessica no hizo preguntas. Sabí