Aquella noche, después de la última canción, Roxana se sentó en un sofá elegante, rodeada de otras chicas del club. Allí Roxana sonreía con sus amigas del club.
Óscar, impulsado por un deseo que no sabía nombrar, se acercó. Su corazón latía con fuerza, pero su porte era firme y seguro.
—Buenas noches —saludó, mirando directamente a la bailarina.
Roxana alzó la vista, lo observó con detenimiento y luego, con una señal apenas perceptible, indicó a las otras chicas que se retiraran. Cuando estuvieron solos, lo invitó a sentarse a su lado.
Óscar aceptó, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo fuera de control.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, intentando sonar casual.
Ella sonrió, una sonrisa genuina, y respondió:
—Me llamo Roxana. Ese es mi verdadero nombre.
Óscar sonrió también, aliviado por la sinceridad.
—Mucho gusto, Roxana. Mi nombre es Óscar.
Roxana observaba a Óscar con mucha curiosidad.
—Dime, Óscar, ¿a qué te dedicas? —preguntó ella, su voz suave pero firme.
Él la miró con intens