Capítulo 72. La pequeña cabaña.

Lyanna, al sentir el calor de la lana, reaccionó instintivamente. Se aferró a la mano de Martha. No habló. No podía. Su mente era un lienzo en blanco manchado de dolor y flashes de terror separados. Pero su cuerpo sabía que esa mujer mayor, con olor a tierra y bondad, era segura.

Apretó la mano de Martha con una fuerza desesperada, clavándole las uñas, y la miró fijamente. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla sucia de barro.

Elías soltó un gruñido de frustración, tirando la gorra al suelo y recogiéndola de nuevo, llena de barro. Miró la carretera vacía y oscura. Miró a la chica, que parecía un pajarillo roto.

—Maldita sea mi estampa —masculló—. Me vas a buscar la ruina, mujer.

Se agachó junto a ellas y, con movimientos bruscos para ocultar su propia preocupación, pasó los brazos por debajo del cuerpo de Lyanna.

—Ayúdame a levantarla —ordenó—. Con cuidado con la cabeza.

Entre los dos, levantaron el cuerpo inerte. Lyanna soltó un quejido de dolor cuando la movieron, y su cabeza cay
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