Capítulo 40. La trampa perfecta.
Lyanna no esperó a que Ares la arrastrara. Apenas cruzaron el umbral del salón principal, soltó su mano del agarre protector de Ares, obligándolo a detenerse en medio del pasillo.
El corazón le latía con furia y una necesidad desesperada por respuestas que no admitían dilación. No podía seguir siendo la sombra confundida por más tiempo. Porque solo así podía seguir haciendo el papel de Lena.
—Ares, espera —dijo, la voz aún temblorosa por la adrenalina del encuentro con Tristán, pero firme por la rabia de la humillación.
Él se giró de golpe, su rostro era una máscara de tensión, su mandíbula apretada hasta el punto de la blancura.
Ella tuvo la sensación de que toda la furia que sintió en el comedor, ahora la estaba concentrando en ella.
Se veía como una fiera dispuesta a defenderla, pero al mismo tiempo como un verdugo que dudaba de su verdad.
—¿Qué pasa, Lena? —preguntó, usando el nombre que ahora le sonaba a sentencia y a mentira, pero que debía usar.
Lyanna dio un paso hacia él.