Capítulo 26. El límite de la cama matrimonial.
Una semana después
Una semana había pasado. Días de silencios tensos y de una cercanía asfixiante. Harry había salido de la UCI y había sido trasladado a una habitación privada. Lyanna y Ares se turnaban para cuidarlo. Pero esa noche decidieron quedarse los dos junto a su hijo.
Ella se acostaría en el sofá cama y él, se suponía, que en una silla, pero cuando la luz del sol se filtró por la ventana, lo primero que sintió Lyanna fue el calor: un brazo fuerte rodeándole la cintura, la respiración profunda de un hombre pegada a su espalda… y ese olor a sándalo y cítricos que solo podía pertenecer a Ares.
Su corazón dio un salto.
No. No podían haberse quedado dormidos así.
Con la lentitud de quien teme despertar a su depredador, giró apenas la cabeza.
Ares dormía boca arriba, el brazo derecho extendido hacia ella como si, en algún punto de la madrugada, hubiera buscado su cuerpo instintivamente.
Su rostro, sin la dureza habitual, era casi hermoso. Su mandíbula relajada. Sus labios entrea