Capítulo 27. Una casa, dos mentiras.
Lyanna no sabía cuánto tiempo llevaba sentada en el borde de la cama de invitados, con las manos entrelazadas y el corazón golpeándole el pecho.
Ares la había dejado allí después de anunciarle que esa noche debía dormir en su habitación, en su cama, a su lado.
Su cuerpo seguía temblando.
No quería traicionarse.
No quería desmoronarse.
Pero cada vez que cerraba los ojos, sentía la boca de Ares rozando la suya en la habitación del hospital.
Y eso la mataba.
Escuchó pasos en el pasillo. Pasos firmes. Determinados.
El corazón se le subió a la garganta.
Ares abrió la puerta sin tocar.
Entró con la presencia de siempre: abrumadora, peligrosa, dueña de todo lo que tocaba. Su mirada gris recorrió la habitación hasta caer en ella. No dijo nada durante varios segundos. Simplemente… la observó.
Lyanna se incorporó.
—No vine a presionarte —dijo él, cerrando la puerta detrás de sí.
Mentira.
Ella lo sabía.
Él lo sabía.
—Solo quiero hablar —agregó, acercándose lentamente.
Lyanna retrocedió un paso.