Capítulo 103. La petición de Lyanna.

El silencio en la habitación era denso, pero ya no se sentía tan amenazante como antes.

Se quedó allí sin poder contener su ansiedad; no supo cuánto tiempo había pasado, cuando la puerta se abrió con suavidad y Ares entró.

Traía una bandeja de plata en las manos. El aroma a comida casera, caldo de pollo, pan recién horneado y té de manzanilla inundó el espacio.

Ella seguía sentada frente al tocador con la bata de seda ceñida a su cuerpo; sintió que el estómago le rugía ante el olor. Su cuerpo, que había estado en modo supervivencia durante días, reclamaba combustible.

—No quise pedir nada complicado —dijo Ares en voz baja, cerrando la puerta con el pie—. Imaginé que preferirías algo ligero.

Caminó hacia la cama y colocó la bandeja en el centro.

—Ven —la invitó—. Come algo.

Lyanna se levantó. Sus piernas se sentían un poco más firmes después del baño, pero la debilidad seguía allí. Caminó descalza sobre la alfombra, consciente de la mirada de Ares, siguiéndola, no como un depredador,
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