Capítulo 4

Desde que Elizabeth salió del internado e ingresó a la universidad la relación con su padre comenzó a deteriorarse, le advirtió muchas veces que asociarse con su tía, la hermana mayor de su progenitor, no era buena idea, porque ella siempre fue muy frívola, se había casado varias veces y cada vez lo hacía con hombres mucho más jóvenes que ella, que solo se aprovechaban de sus contactos para entrar al mundo de la música o del modelaje.

Su última jugada fue dejar a su padre en la ruina, su pareja la manipuló de tal manera que cumplió todos sus caprichos, abusó de la confianza de su hermano y desvió todo el capital de la familia a unas cuentas imposible de rastrear.

Elizabeth, en ese entonces, vivía con una compañera cuyo hermano le había ofrecido un cargo en su empresa londinense, tuvo que rechazarlo y regresar a Italia para cumplir con ese absurdo acuerdo en el cual terminó casada con Emiliano Riva.

Un momento después de firmar el acta matrimonial su padre tenía a su disposición todo el dinero necesario para recuperar su estatus, bajo el compromiso de que su hermana no tendría ninguna participación en sus negocios futuros. Igual la tía desapareció junto con el dinero y no se ha sabido de ella en el último año.

Imaginó a Emiliano diferente, por las entrevistas empresariales pensó que era un caballero principesco que le trataría amablemente, pero la decepcionó mucho al no presentarse a la boda y peor fue enterarse de la causa de su ausencia, ya que una rubia se acercó a ella y se encargó de darle todos los detalles de lo que estaba haciendo su esposo mientras se casaba con su asistente.

Es impresionantemente atractivo, pero su orgullo y dignidad, no permitirán que le dé ni siquiera la oportunidad de tratarlo con respeto. Emiliano Riva la despreció públicamente y eso no se lo perdonará nunca, por mucho que le haya emocionado su presencia, ya que sus ojos la hicieron recordar al chico que conoció hace varios años cuando pasó unas vacaciones en una casa de campo que rentó su abuelo justo antes de morir.

Ese chico fue el primer amor y el primer beso de Elizabeth Mancini.

Toc, toc, toc.

            –¿Quién es?

            –Soy Emiliano.

            –¿Qué quieres?

            –Hablar contigo.

            –Dime.

            –No voy a hablarle a una puerta Elizabeth.

            –Entonces espérame en el salón, bajaré en un momento.

            –¿Me tienes miedo?, ¿por qué no abres y hablamos aquí?

            –Me esperas en el salón o no hablamos, decide.

            –Te espero en el salón.

Elizabeth aún estaba vestida porque se había quedado viendo por la ventana hacia el cielo oscuro, mientras sus pensamientos fluían. Esperó unos minutos y salió de su habitación. Lo encontró en el salón con un vaso en la mano.

            –¿Quieres beber algo? –le ofreció.

            –No gracias, ¿de qué quieres que hablemos?

            –Eres hermosa Elizabeth, de haberte visto antes no hubiera faltado a la boda y seguramente habría planeado un viaje de luna de miel para consumar nuestro matrimonio, aún estamos a tiempo, ¿a qué lugar te gustaría ir?

            –Si serás cínico y descarado, en qué universo paralelo crees que exista la posibilidad de que tú y yo estemos juntos, después de la humillación que me hiciste pasar. Escúchame bien, sé perfectamente porque no te presentaste a la boda y yo seguí adelante porque lo único que me importaba era ayudar a mis padres. Tú continua con tu promiscua vida, porque no tengo ningún interés en relacionarme con un hombre que no se respeta a sí mismo. Cumplido el plazo establecido en el contrato matrimonial, yo misma solicitaré el divorcio, así que ni siquiera de eso tendrás que ocuparte. Tú en tu lugar y yo en el mío.

            –Como mi esposa tienes que comportarte, no quiero saber que aceptas alguna invitación en el trabajo.

            –Muy equitativa la cosa, tú te acuestas con quien quieras y, ¿soy yo la que tiene que comportarse?, debe ser algún condimento de la comida que te hace desvariar.

            –Elizabeth, no me provoques, si oigo algún comentario sobre ti en la oficina, tendrás serios problemas conmigo.

            –Tranquilo tigre, no escucharás ningún comentario sobre mí en la oficina, porque seré muy discreta.

            –¡Elizabeth!

            –Buenas noches y dulces sueños, esposo.

Elizabeth, salió del salón y enseguida entró su suegro con una gran sonrisa en su rostro.

            –¿Qué te alegra tanto? –preguntó Emiliano muy serio.

            –Te lo dije, tiene mucho carácter, lástima que no te diste la oportunidad de conocerla.

“Aún tengo tiempo” –pensó Emiliano, mientras apuraba el contenido de su vaso. Su instinto lo empujaba a ir hasta su habitación y hacer valer sus derechos como esposo, pero él razonablemente no era así, ya no le provocaba quedarse a dormir, iría por alguna de sus chicas y liberaría tensión.

            –Voy a salir.

            –No hemos jugado y dijiste que te quedarías a dormir.

            –Lo siento padre, otro día.

Desde la ventana de la habitación lo vio irse, seguramente iba a buscar a alguna de las mujeres que tenía a su disposición, sentía cierto resquemor, pero no le daría cabida porque su matrimonio no tenía futuro. Se dedicaría a su trabajo ya que realmente le había agradado mucho el señor Conti y sabía que adquiriría bastante experiencia con él, antes de divorciarse e irse a trabajar con su padre.

***

Al otro día había cierto revuelo en la recepción porque había un visitante en el edificio que, según las recepcionistas, era un perfecto Adonis, solamente superado y por muy poco por el CEO Emiliano Riva. Se encontró con la secretaria de Conti quien la tomó por un brazo emocionada y le dijo:

            –Espere señorita Mancini, no me deje sola aquí, acompáñeme a ver al Adonis y subimos a nuestro piso, por favor.

A ella le causó gracia su petición debido a la actitud que le había mostrado el día anterior, sin embargo, sonriendo se dejó convencer, todas las miradas estaban fijas en el pasillo que conducía a los sanitarios, ya que hacia allí se había dirigido el visitante, apenas lo vio aparecer en el pasillo, se desprendió del agarre de la secretaria. Se trataba de Trevor, el hermano de su mejor amiga.

            –¡Trevor!, qué sorpresa verte aquí.

            –¡Beth!, qué alegría –dijo al mismo tiempo que abría sus brazos para recibirla.

            –¿Qué haces en Italia?

            –Negocios querida Beth, simples y aburridos negocios. Tengo una cita con Emiliano Riva, ¿lo conoces?

            –Sí, es el CEO y está en el piso 25, ¿ya te anunciaste?

            –Sí, pero él no ha llegado, me pidieron que esperara aquí.

            –No señor, ven a mi oficina, pediré que me avisen cuando el CEO llegué.

            –Será un placer esperar contigo cariño.

Lo llevó a su oficina donde conversaron de todo un poco, media hora después fueron interrumpidos por un mal encarado Emiliano quien abrió la puerta sin tocar y dirigiéndose a Trevor, le espetó:

            –Buenos días señor Williams, tengo 15 minutos esperándolo en mi oficina.

            –Lo siento mucho señor Riva, habían quedado en avisarle a Beth cuando usted llegara.

            –¿Quién es Beth?

            –Esta pioja que está aquí y que conozco desde que vivíamos juntos en Londres. Fue una agradable sorpresa encontrarla. Cariño voy a la reunión y al terminar vamos a comer, ¿de acuerdo? –Emiliano sentía que la sangre le estaba hirviendo en las venas, ¿cómo le dijo a su esposa?, ¿cariño?

            –Nuestra reunión incluye comer juntos señor Williams –aclaró Emiliano muy serio.

            –Está bien, al terminar te busco pioja.

            –Ya sabes dónde encontrarme Trevor, que te vaya muy bien en la reunión.

Salieron de la oficina de Elizabeth y antes de cerrar la puerta Emiliano le lanzó espadas con los ojos, pero no pronunció ninguna frase. Elizabeth impávida le sostuvo la mirada, conteniendo la sonrisa que quería salir a flote de sus labios, al notar la reacción de su esposo.

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo