Mariana ya tenía un mal recuerdo de la caída anterior.
No esperaba que Dalila Weber tuviera tanto espíritu de lucha, dado su comportamiento gentil habitual.
El brazo de Dalila Weber se detuvo en el aire. Mirándola con frialdad, sintió miedo por dentro.
Ella intuitivamente dio un paso atrás.
Pero en cuanto se dio cuenta de que todos la seguían mirando, soltó otro insulto: —¡Perra!—.
Ella continuó y le dio una bofetada a Dalila Weber en la cara.
Pero ¿cómo podía Dalila Weber permitir eso? Le agarró la mano antes de que Mariana pudiera golpearla.
—¡Ah, me duele! ¡Perra, suéltame! —gritó Mariana en cuanto le agarraron la muñeca. Forcejeando, su rostro se deformó de dolor.
Dalila Weber estaba usando mucha fuerza.
Ni siquiera un hombre podría vencerla en un duelo de pulseadas.
Y mucho menos una chica mimada como Mariana.
Apenas había usado un poco de fuerza y la cara de Mariana ya estaba roja. —¡Dalila Weber, perra! ¡Suéltame! ¡Voy a pelear contigo!—
—Oh, claro.—
Dalila Weber asintió y l