La mansión Kholl, con sus jardines de rosas y lilas mecidos por la brisa del verano, era un refugio de calma en medio del torbellino que se había convertido la vida de Dalila Weber. A sus treinta y cinco años, Dalila había encontrado un equilibrio entre ser madre, esposa y artista, pero el fuego de su pasión por la actuación nunca se había apagado. Tres años después del nacimiento de Adrien, su hijo, que ahora correteaba por los pasillos con la energía de un huracán y los ojos grises de su padre, Albert Kholl, Dalila recibió una llamada que cambiaría su vida. Su agente, Mariana, una mujer de voz enérgica y mirada astuta, le ofreció el papel de coprotagonista en Sombras de Cristal, una serie de televisión histórica que prometía ser un hito en la industria
.
El papel de Isabella, una mujer del siglo XIX que desafía las normas de su época para salvar a su familia, resonó profundamente con Dalila. Era una oportunidad para volver a los reflectores, para demostrar que podía brillar tanto en