La tarde caía lentamente sobre la Villa La Matilde. El cielo estaba teñido de un naranja suave que apenas alcanzaba a iluminar los jardines, dejando un ambiente casi melancólico. Kevin se encontraba en su despacho, revisando un informe que no lograba retener. La pantalla parecía borrosa, y la única presencia constante en su mente era la figura de Leah, lejos, sola, rodeada de las sombras de lo que había perdido. Sabía que su esposa aún estaba en la Mansión Presley hace una hora y cada segundo él ratifica que estaba dándole tiempo, espacio.
Hasta que un golpe suave en la puerta lo sacó del hilo de sus pensamientos al CEO.
—Señor Hill —anunció Ana con tono formal—. La señora Leah ha regresado.
Kevin dejó el bolígrafo sobre la mesa con un movimiento sutil. Se levantó sin prisa, aunque Ana pudo notar la tensión en sus hombros. No dijo nada, simplemente salió del despacho, descendiendo las escaleras con pasos firmes.
Al llegar al vestíbulo, la vio.
Leah estaba allí, de pie junto a