Su vista se dirigió de golpe a la rendija debajo de la puerta de madera, de donde salía una fina estela de humo.
¡Algo se estaba quemando allá dentro y eso era muy peligroso!
— ¡Carlotta, Carlotta! – comenzó a llamarla, entrando un poco en pánico, corriendo de nuevo a la puerta e intentando forzarla.
¡BAM, BAM, BAM!
Traqueaba la vieja madera, pero la manija oxidada con el candado no cedía.
— ¿Quién mierd4 cerró esto con candado?, ¡Maldici0n!
Stefano le dio la vuelta a esta casona grande y miró hacia arriba a las tres ventanitas en lo alto de donde salía algo de humo por las rendijas.
Una máquina de podar el césped tipo carrito, bien grande y cómoda, estaba cerca, debajo de unos pinos.
Stefano corrió hacia ella y la accionó acercándola a la pared de madera.
No llegaba a los ventanales y necesitaba algo donde subirse.
Trepó por el carrito y se paró en el techo de metal verde para observar por las ventanas.
Todo adentro se veía muy mal, sobre todo por el humo en el ambiente.