— Fabio, vamos, ¿seguro que no quieres ver nacer a los bebés?
— No, no, Stefano, yo… tengo miedo de que algo suceda, de verla sufrir, ¿y si hay complicaciones?, ¿qué coño hago? ¿Saco la pistola y le disparo a todos?
— Mira que eres bruto hombre – Stefano suspiró.
— Entra tú que estás mejor de la cabeza y apóyala, ¿sí?, transmítele paz porque te juro que estoy al borde del colapso.
Stefano miró a su hermano, que era capaz de enfrentarse a situaciones de vida o muerte, estresantes, tomando la mejor decisión y la más eficaz al momento, sin embargo, no podía acompañar a su mujer a parir.
¡Él también se estaba muriendo de los nervios, joder!
— Bien, veré a nuestros hijos primero, te lo vas a perder – le dijo dando media vuelta.
Ya lo llamaban para vestirse y prepararse para entrar al quirófano especializado, donde la cesárea se llevaría a cabo.
— Stefano – lo detuvo tomándolo por el hombro, sus dedos apretados temblaban – cuídala, no dejes que nada le suceda, cuídalos a los tres, por favor