UN DESAYUNO CUALQUIERA.
Zaira al escuchar a su madre hablar con alguien bajó, pero no observaba ni escuchaba bien quien las había visitado, no era alguien del servicio, pues ella y su madre les habían dado el día libre, así que la curiosidad la traicionó.
La chica con un pijama en seda color negro, bastante revelador, bajó hasta la cocina.
-¿Ma, con quien estás hablando tanto? Preguntó ella de espaldas a Dante, quien observaba la fascinante vista de ver a Zaira con un corto camisón, dejando ver aquellas hermosas y torneadas piernas.
-Buenos días Zaira, dijo Dante haciendo que la chica saltara del susto que se llevó.
-Señor Fabbri, dijo ella volviéndose y dejando ver parte de sus senos, cuando la chica se dio cuenta hacia donde se posaba la mirada de Dante sonrió perversamente y lo miró mordiendo su labio inferior haciendo que el hombre sintiera un escalofrío por todo su cuerpo.
Qué pena, voy a ducharme y regreso, dijo ella mirándolo a los ojos, volvía a aparecer en ella esa idea de volver loco al hombre, per