David
No puedo evitar odiar a Dinorah y cagarme en todos sus ancestros a pesar del aprecio que le tengo. Tal vez no le habría dado un orgasmo a mi Pecas, pero quería disfrutarla un poco más, seguir haciéndola sufrir.
Reviso aquella botella de aceite para masajes que me encontré en el supermercado mientras hacía las compras de la comida. No sé qué fue lo que me hizo meterla en mi carrito, pero ahora agradezco ese impulso porque esto es lo que usaré para que mis manos se deslicen por su cuerpo.
—Vas a gozar con todo lo que te haré, Pecas —murmuro antes de guardarla.
—¡Papi, papi! —grita Ada, tocando la puerta de mi habitación.
—Pasa, cielo —le respondo.
—Es hora del baño, papi. Mamá dijo que descansará un poco y que quiere que sigamos con nuestra rutina.
—Claro, mi amor. ¿En dónde está Daniel?
—Se quedó un poco con mami, pero…
—Ya llegué —dice mi hijo, llegando con los juguetes que usan ambos para el baño.
No puedo evitar reírme. Mis hijos, sin duda, son el ancla que me ata a la tierr