Ruth
Esta es la primera vez en mucho tiempo que por fin puedo darme un respiro y salir a cenar con mi mejor amiga.
¡Y tiene que pasarme esto!
—Nos tenemos que largar de aquí —le digo a Ámbar, que todavía no sale de la impresión de ver a su ex en el restaurante—. ¡Dios, reacciona, Ámbar!
Mi amiga sale de su trance y me mira boquiabierta.
—¿Cómo me llamaste?
—Amber —digo, sonrojada—. No solo está tu ex ahí, también está el mío.
Y más loco y atractivo que nunca, sin duda. Es increíble cómo alguien tan idiota puede conservarse tan bien a los treinta y cuatro años.
Pero eso da igual, no quiero que me siga. Yo decidí largarme para siempre de la vida de ese zángano irresponsable y no quiero volver a verlo.
—¿Es en serio? —jadea, incrédula—. No, no nos vamos. Simplemente, no podemos huir como cobardes.
—¡¿Qué?! Pero si…
—¡Ruth! —exclama mi ex, saliendo del restaurante—. ¡Cariño, estás aquí!
—Disculpa, ¿quién es usted? —pregunto con desagrado.
—Soy tu...
—No es nadie —lo interrumpo—. Amb