David
—Tú no sabes ni una m****a —le digo, tomándolo por el cuello de la camisa—. Eres un malnacido, una escoria, un…
—Ten cuidado —sonríe, sin señal alguna de que intentará defenderse—. No me uses como un espejo, o podría cortarte más que la herida que ya tienes en la frente.
—Imbécil —digo, soltándolo con brusquedad—. ¡Vete al infierno!
Mientras me dirijo a mi auto, intento comprender cómo es que Ámbar pudo haber puesto sus ojos en Joshua, quien parece disfrutar de los problemas que existen entre nosotros. Él no es nadie, y yo sí, ¿cómo es que lo prefiere a mí?
Volteo una vez hacia el hospital, pensando si debo o no irme. Al final, me acobardo y enciendo el auto para dirigirme a casa, un lugar que, extrañamente, se ha convertido en mi refugio ante todo lo que está pasando. Sin embargo, me pregunto si seguirá siéndolo ahora que ocurrió esto. No tengo ni la menor idea, pero no se me ocurre ningún otro sitio al que ir. Ninguna compañía me hace bien ahora, no cuando me invade la ver