David
Salir en estos momentos para contestar a mi madre es algo que detesto profundamente, pero sé que ella es capaz de investigar hasta dar conmigo. De alguna manera, siempre sabe lo que pasa en mi vida, con excepción de J.R. Oviedo, porque ese tema no le interesa para nada.
La llamada se pierde y miro a Anastasia, que tiene el ceño fruncido.
—¿Pasa algo? —le pregunto—. ¿Sigues furiosa conmigo por lo que…?
—Le advierto que no permitiré que le haga daño —me dice, sonando más amenazante de lo habitual—. Ya no trabajo para usted, así que me tomo el atrevimiento de hacerlo.
Estoy a punto de responder algo, pero mi celular vuelve a sonar.
—No la descuidaré. A partir de hoy, todo será diferente —murmuro antes de alejarme para contestar. Anastasia aprovecha la oportunidad para entrar en la habitación de Ámbar.
—¡Al fin respondes, hijo! —exclama mi madre con un tono inusualmente feliz—. Pensé que no lo harías, que estarías ocupado.
—La verdad es que estoy ocupado, así que dime rápidamente qué