David
Ámbar ha vuelto a desmayarse, pero esta vez parece ser peor. Todo el efecto del alcohol abandona mi sistema, así como también los horribles pensamientos que me han embargado durante todo este tiempo. Lo único que quiero y necesito es que ella esté bien.
—Pecas, ¿por qué carajo no te has alimentado bien? Conmigo esto no te pasaba, ¿por qué?
Sabiendo que no se despertará tan fácilmente, decido correr al hospital de nuevo. Esta vez, no me importará lo que digan los médicos; exigiré que le hagan estudios más profundos para determinar la causa de sus desmayos.
A trompicones, por culpa de las botellas y porquerías que están desperdigadas, salgo con ella de la casa con ella en mis brazos. Ámbar está muy débil y completamente inconsciente, lo puedo notar en la manera en la que todo su peso recae en mis brazos y en sus extremidades laxas.
Solo espero que no sea nada grave.
—¡¿Qué demonios le hiciste?! —grita Joshua, abriendo el portón.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto furioso, mien